DE
LA SIERRA A LOS CERROS DE LIMA HUYENDO DE LA VIOLENCIA MACHISTA
La mayoría de las
familias que llegan a los cerros deserticos del Paraiso en Villamaria del
Triunfo, cono sur de la gran Lima, son parejas muy jóvenes ya con algún niño
que vivían con sus padres en las zonas bajas del Paraiso o Vallecito o de otras
zonas de la ciudad. Pero también siguen llegando de vez en cuando familias del
interior del país, de aldeas pequeñas de la sierra. Últimamente han llegado
varias familias con una característica común: son madres de familia con
bastantes niños (entre cuatro y siete) y vienen huyendo de la violencia
machista de sus maridos. Son pocos los terrenos fáciles para construir
viviendas que van quedando porque los buitres carroñeros que se han hecho
dueños de terreno, con la ayuda de dirigentes vecinales sin escrúpulos, los
venden a precios inaccesibles para muchas familias. Por eso las familias más
pobres que llegan tienen que irse a los cerros más altos y más lejanos y a los
lugares llenos de rocas grandísimas porque es el único terreno que pueden
conseguir gratuitamente. La última zona que han invadido las familias llegadas
recientemente está en un cerro desde el que se divisa el cercado de Villa María
del triunfo. (Centro del distrito) y el cementerio de Nueva Esperanza (el
segundo más grande de Latinoamérica en los cerros arenosos del distrito de
Villa María del Triunfo. Aquí han llegado algunas de estas familias huyendo de
la violencia para vivir en la absoluta miseria. Han sido los mismos vecinos los
que nos alertaron de esta situación asi que decidimos ir a visitarlos una tarde
al declinar un poco el asfixiante calor del verano limeño. No nos exageraron
nada de la situación de estas familias: pequeñas construcciones de madera y
calamina donde viven hacinados cuatro cinco y hasta ocho personas, durmiendo en
el suelo o en una cama tres o cuatro personas, sin apenas ropa, sin comida y
sin siquiera una cocina (a una familia encontramos haciendo la comida con leña
y al día siguiente le compramos una pequeña cocina). Al preguntar si no estaban
mejor allá en la sierra se ponen tristes y empiezan a contar el calvario que
han sufrido, algunas durante años, con sus maridos: humillaciones, palizas y
hasta violaciones. Me venía a la mente el episodio del buen samaritano y veía
que nosotros no podíamos pasar de largo como el levita y el sacerdote ante esa
situación sino que a imitación del buen samaritano teníamos que dejarnos
afectar por su situación, conmovérsenos las entrañas, compartir su sufrimiento
y comprometernos en la medida de nuestras posibilidades en devolverles la
dignidad humana que habían perdido por
la violencia y la pobreza. Hemos dado los pasos de asistencia
humanitaria para paliar esta situación (ayuda en comida, ropa, cocina,
materiales vivienda etc.) Pero no
queremos quedarnos ahí. Es necesario que nos hagamos cargo de toda la realidad
de su problema, de su situación desde un acompañamiento terapéutico y
promocionador para posibilitarles condiciones dignas de vida y ayudarles a
recuperar su autoestima. Pero también es necesario denunciar hacer una denuncia
profética de la violencia machista que no para en el Perú, de la centralización
del estado que hace que una madre de familia no pueda sacar a sus hijos
adelante en la sierra, de los buitres carroñeros sin escrúpulos que se han
adueñado de terrenos en los cerros y hacen que las familias más pobres tengan
que ir a vivir en los cerros más elevados y lejanos donde les esperan largos
meses de invierno en la humedad que va a enfermar a los niños y a mucha
distancia de una posta médica y de un colegio.
Termino ya. Benedicto XVI en la carta convocatoria del
año de la Fe “Porta Fidei” nos dice que “la fe sin la caridad no da fruto, y la
caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. Le fe y
el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a otra seguir su
camino”. Ojala en este año de la fe, toda la iglesia, todos los cristianos,
sostenidos por la fe, nos comprometamos en la construcción de unos cielos
nuevos y una tierra nueva en los que habite la justica.
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