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viernes, 5 de abril de 2013

UNA GRAN SEMANA SANTA


Las celebraciones de Semana Santa siempre han dejado una huella grande en mi vida y la de este año quizás sea de las mejores si no la mejor que he vivido. Como decía días atrás  entre el domingo de Ramos y el domingo de Resurrección he celebrado en seis capillas diferentes. En tres capillas de la parroquia San José de Nazaret ( Santísima Cruz en Paraiso Alto y Manantial, Santa María Reina en el Paraiso y Virgen del Carmen en la Quebrada del Paraiso) y  en tres lugares de la cuasi parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Nazaret ( templo parroquial, capilla Virgen de Guadalupe en AA.HH. Japón y gruta de San Pedro en el AA.HH. Cumbres de San Pedro), En cada uno de los seis lugares la vivencia ha sido distinta pero en todas he sentido la gracia de Dios que me ha regalado el poder compartir los misterios centrales de nuestra fe con gentes distintas  pero con dos  característica comunes: la acogida tan grande que he tenido en todos los lugares por las personas agradecidas de, tener su semana santa completa por primera vez en la cuasi parroquia y en las demás capillas tener alguna de las celebraciones, y la profundidad dentro de la sencillez con que estas personas, la mayoría muy humildes, con la que han celebrado el misterio pascual.
            Ya comenté en mi anterior crónica el domingo de Ramos que tuvo la singularidad de que en la capilla de Virgen de Guadalupe, en el AA.HH. Japón, no se celebraba la eucaristía desde hacía más de un año. La emoción de aquellas pocas familias tan humildes por volver a celebrar la misa en su capilla ha sido para mí lo más importante de la semana santa. Serían unas ochenta personas en total las que hubo en la celebración (la mitad habían subido de la cuasi parroquia) pero para mí la devoción de los aproximadamente  cuarenta vecinos de Japón fue para mí una experiencia más gratificante que las mil personas con las que celebre el año pasado en San José o las quinientas que hubo el domingo de Ramos en el templo de la cuasi parroquia.
            En la cuasi parroquia las celebraciones de jueves Santo y Viernes Santo menos concurridas que las del domingo de Ramos y el domingo de Resurrección aumento de nuevo aunque sin llegar a las quinientas personas del domingo de Ramos.
            Si tengo que resaltar otra celebración, aparte de la del domingo de Ramos en Japón, me quedo con el Viacrucis del Viernes Santo. Eran las tres de la tarde cuando en la loza deportiva de la Ampliación de Japón, en lo más alto del cerro, comenzó el viacrucis preparado magníficamente por los jóvenes de la cuasi parroquia. Todos los grupos de la parroquia se distribuyeron las distintas estaciones del viacrucis leyendo el evangelio correspondiente y haciendo una reflexión sobre cada una. Luego los jóvenes hacían la representación de lo que habíamos escuchado en la lectura bíblica de cada estación. Las estaciones se hicieron en todos los asentamientos humanos de la cuasi parroquia. Las últimas estaciones del viacrucis se desarrollaron en la explanada que hay detrás de la cuasi parroquia, Si durante el recorrido hubo unas ciento cincuenta personas, en las últimas estaciones la cifra se duplico. La representación de la crucifixión y muerte fue espectacular: todos en silencio, no se oía ni un mosquito. Concluimos a las 7,30 de la tarde y a las 7,45 empezamos en la iglesia la celebración propia del Viernes Santo (lectura de la pasión y adoración de la cruz). Los jóvenes se lavaron y cambiaron enseguida y al comenzar la celebración ya estaban en la iglesia a pesar del cansancio. También destacar que el sábado en la noche los jóvenes estuvieron toda la noche de vigilia esperando la celebración de la resurrección.
            Si ha sido una semana santa grande, he terminado bastante cansado, pero feliz y dando gracias a Dios por darme la salud para poder hacer todas estas celebraciones en lugares tan distantes y algunos de difícil acceso porque también los pobres de los asentamientos de los cerros más pobres de Lima tienen derecho a que se le celebre la semana santa  en sus humildes capillas aunque sean pocos.
                       

Padre José Luis Calvo Vicente  



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