El domingo 31 de
Agosto, a las 11 de la mañana, la Congregación de las Agustinas Misioneras nos
habían convocado para celebrar los 25
años de su profesión religiosa de una de sus hermanas de la comunidad del
Paraiso: la hermana Cristina . El lugar elegido para la celebración fue la
capilla Santa María Reina (Parroquia San José de Nazaret, decanato II diócesis
de Lurin) situada en el asentamiento
humano El Paraiso donde viven y desarrollan su carisma misionero agustiniano
estas hermanas. Tuve el honor de presidir la celebración de la Eucaristia que
fue concelebrada por el P. Antonio Díaz, primer párroco de San José de Nazaret,
que fue quien trajo a las Agustinas misioneras al Paraiso y el P. Luis,
sacerdote Agustino natural de Nauta (Iquitos) en la selva peruana, donde estuvo muchos años la hermana Cristina y
donde trabajaron juntos en el colegio de
los Padres Agustinos. También nos acompaño el diacono Walter Crispín de la
cuasi parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Nazaret. Asistieron representantes
de todos los grupos de la parroquia San José de Nazaret, los agentes de pastoral y fieles de las cuatro capillas
del Paraiso donde ella desarrolla su trabajo y sobre todo de los voluntarios y
personas que participan en los distintos proyectos del centro Santa Rosa de
caridad y desarrollo integral. No faltaron tampoco hermanas de diversas congregaciones
religiosas y amigas de Cristina y las Agustinas misionera.
En
la homilía hice un repaso por la historia de estos 25 años de profesión
religiosa de la madre Cristina. Sus estudios de Administración de empresas con
la especialización en Mercado que tanto le han servido en los distintas
misiones donde ha desarrollado su labor misionera: Diferentes lugares en
Colombia entre ellos su paso por el equipo de gobierno de la Congregación como Ecónoma
provincial, Iquitos y aquí en El Paraiso. Veinticinco años de trabajo intenso,
en la educación y promoción de los niños, jóvenes y adultos en ambientes pobres
y necesitados y territorios de misión ad gentes, siguiendo su carisma de
Agustina misionera. Una prueba de ello lo tenemos en las obras realizadas junto
conmigo y un buen grupo de voluntarios laicos en el Centro Santa Rosa: mini empresa
Wiñay dedicada a la elaboración de leche de soya y sus derivados ( kekes,
tamales, budines, galletas, tortas etc.) ; talleres de tejidos y taller de
costura donde un buen grupo de mujeres han aprendido a coser y elaborar
prendas para mejorar su economía ; la
atención a tantas mujeres con problemas en la oficina del Centro Santa Rosa y
las visitas a sus humiles viviendas, muchas de las cuales hemos arreglado en los
últimos dos años y medio y el trabajo con los niños a través del apoyo escolar
y talleres de música, danza etc.
Pero,
como dije en la homilía, detrás de este
trabajo tan intenso que la hermana Cristina ha desarrollado durante estos 25
años se esconde la espiritualidad agustiniana de la congregación de las agustinas
misioneras. Los rasgos principales de su espiritualidad agustiniana son: la
interioridad y la búsqueda de Dios (“nos hiciste señor para ti y nuestro
corazón no descansara sino en ti” decía San Agustín); la vida comunitaria al
estilo de las primeras comunidades cristinas y el servicio a la iglesia desde
el evangelio vivido en perspectiva histórica y según el espíritu de San Agustín.
El servicio, gratuidad, empeño, acogía,
la cercanía a cada persona son algunos
de los rasgos de la espiritualidad agustiniana que he podido comprobar en estos
dos años y medio que llevo trabajando junto a la hermana Cristina en el Centro
Santa Rosa y en las capillas del Paraiso.
En
la última Asamblea general de las Agustinas misioneras se les pedía a todas las
hermanas “Reaviva el don de Dios que hay
en ti, que está en ti, se testigo de Cristo anunciando que Dios es amor y quien
lo busca encuentra, llevando la luz de Cristo a niños, jóvenes y adultos en los
ambientes más pobres educándolos para que puedan realizarse humana y
profesionalmente”. Esto es lo que día a día quiere seguir haciendo la hermana
Cristina y esperamos que asi sea por muchos años más en el Centro Santa Rosa y en
El Paraiso, donde siguen llegando día a día familias, muchas de ellas formadas
solo por mujeres y niños, que van a vivir en lo más alto de los cerros del
paraiso en condiciones infrahumanas porque no tienen otro sitio donde vivir y
necesitan, ayuda inmediata para sacar a
sus hijos adelante; escuchar y compartir sus sufrimientos, llevarles esperanza
a sus vidas para poder sacar por si mismas a sus hijos adelante siendo
artífices de su propio desarrollo integral. Felicidades hermana Cristina en
nombre de todos los agentes de pastoral del Paraiso, de Santa Rosa y sobre todo
de los cientos de niños y mujeres a los que día a día llevas calor a su corazón
y esperanza para luchar en la vida anunciando con tu vida y tu trabajo que Dios
es amor y quien busca a Cristo lo encuentra y experimenta el fuego de su amor
que lo libera y lo colma de alegría, de paz, de felicidad plena.
P.
José Luis Calvo Vicente
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