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domingo, 29 de mayo de 2011

UN MES EN PERU

Pues sí, ya ha pasado un mes  desde mi llegada al Perú y es un momento para dar gracias a Dios por haberme concedido esta gracia y reflexionar sobre mi inserción misionera en este pueblo y en esta iglesia latinoamericana. En primer lugar deciros que en este tiempo que ha pasado me doy cuenta de lo necesario que es un periodo de inserción, de inculturación antes de empezar a desempeñar una labor pastoral. Primero porque el idioma aunque sea el mismo tiene muchas expresiones y palabras distintas que en España y hay que irse adaptando el oído y preguntar mucho a los compañeros sobre expresiones escuchadas a la gente o leídas en los periódicos. En segundo lugar porque es una cultura distinta, es verdad que se nota mucho la influencia española y en concreto andaluza pero luego ha venido la fusión con las culturas indígenas que han creado una cultura propia. Lo mismo ha sucedido en el ámbito eclesial. La influencia de la religiosidad tradicional andaluza presente en las procesiones y fiestas de los pueblos se ha ido mezclando con rasgos de la religiosidad indígena configurando un cristianismo específico que es necesario conocer antes de empezar una tarea pastoral. El próximo lunes 6 de Junio comenzaré un curso en el Instituto Teológico Bartolomé de las Casas que hace cada año destinado a misioneros/as que han llegado ese año a Perú. Durará tres semanas con clases por la mañana de 9 a 1 y con trabajos y lecturas para la tarde, ósea un curso intensivo a tiempo total durante tres semanas.
            La realidad de la iglesia peruana que estoy descubriendo es muy variada. Por un lado está un grupo que va siendo cada vez más minoritario en torno a la teología de la liberación. Las comunidades eclesiales de base han creado un estilo de iglesia muy comprometida con los derechos humanos, la justicia social y el compromiso del laico en la vida pública. En general en un estilo de iglesia evangélica, inserta en el mundo de los pobres fiel al Vaticano II y a las Conferencias del Episcopado Latinoamericano. Si bien se han dado algunas radicalizaciones que han llevado a ser vistos más como grupos políticos que como religiosos. Frente a esta radicalización han surgido en los últimos años con muchas fuerzas grupos muy conservadores que han tenido un amplio apoyo por parte de la Jerarquía eclesiástica y ha llevado al nombramiento de bastantes obispos no solo de talante muy conservador sino muy radicalizados y muy unidos a la extrema derecha, a los militares y a las pocas familias que detentan el poder económico. Junto a estos dos grupos radicalizados hay otro grupo de fieles sobre todo los formados por misioneros equilibrados (españoles, italianos y norteamericanos sobre todo y algunos los menos peruanos y latinoamericanos) que están haciendo una pastoral misionera, evangelizadora formando laicos comprometidos en la evangelización y en la sociedad. Creo que esta vía es la más acertada y la que más sigue los criterios evangélicos. He conocido a misioneros/as que tienen muy claro que su servicio a la Iglesia del Perú no pasa por la radicalización por un extremo o por otro. Que no se puede reducir la misión de la iglesia a los templos, a una pastoral de mantenimiento, ha decir misas y misas que es el estilo de algún sector de la iglesia. Es necesario hacer una pastoral misionera, en la que, sin olvidar la eucaristía como centro y culmen de la vida cristiana, se salga a los pueblos de la montaña, de la selva y a los suburbios de las grandes ciudades donde está la gran mayoría de la población y de los cristianos y compartir sus gozos y sus sufrimientos, sus alegrías y sus angustias. El misionero no es un salvador que va a cambiar la realidad social a base de ONG y obras sociales. Sino que tiene que construir una comunidad cristiana donde los más pobres tengan su sitio, donde nadie sufra injusticia, donde haya unas condiciones dignas de vida. Pero esto no lo hace el solo sino que es sobre todo la comunidad cristiana quien lo hace y el la acompaña apoyándola pero dejando a ellos que sean los verdaderos protagonistas de su historia. No se trata de hacer grandes cosas que dependen del misionero y de la ayuda que reciba de fuera haciendo a las personas dependientes pues eso se viene abajo en cuanto falte el misionero y la ayuda externa. Se trata de formar a las personas para que ellas mismas sean capaces de llevar sus proyectos adelante y de involucrar a los organismos del estado para que asuman su responsabilidad en el mantenimiento de los servicios mínimos para una vida digna: educación, sanidad, alimentación, vivienda, derechos humanos, libertad. Y hacer todo esto sin olvidar que el último objetivo es construir el reino de Dios, no hacer una revolución ni entrar en el partidismo político ni ser meros cooperantes al desarrollo pues esa no es la misión de la iglesia.
            Llevo cinco días a 80 Km al norte de Lima, en Huaral, una ciudad cabecera de provincia con unos 80.000 habitantes. Aquí hay dos compañeros del Ieme que llevan mucho tiempo por esta diócesis y en otra más al norte. Después de dedicar muchos años a la evangelización en los  pueblos de la sierra donde junto con otros compañeros han llevado a cabo una actividad misionera inmensa, ahora que los dos tienen más de 70 años, están en la parroquia principal de la ciudad. Además de tener muchas misas, bautizos, comuniones  y todo lo que implica una pastoral sacramentalista del centro de una ciudad, tienen actividades realmente misioneras como son: varios pueblos de campesinos cercanos a la ciudad y sobre todo un proyecto con niños de la calle, una residencia para niños y adolescentes hijos de familias pobres y desestructuradas y un colegio parroquial. Es admirable el espíritu misionero de estos dos septenarios que están dando un ejemplo a muchos curas peruanos que llevan una vida muy cómoda.
            He visitado en estos días las tumbas de dos compañeros del Ieme que están enterrados en esta zona. Se trata del manchego Vicente Hondarza y del Sevillano José Gavilán “el padre pepe”. Los dos muy distintos pero que han dejado una huella en los peruanos a los que se entregaron el primero en Chancay entre los campesinos y el segundo en Huacho en los suburbios de la ciudad. Pepe Gavilán se quedo viudo con cuarenta años y se hizo sacerdote siendo ordenado en Sevilla por Monseñor Carlos Amigo. Ingreso en el Ieme y durante treinta años ha estado en el mismo lugar en Huacho. La obra que ha dejado con el apoyo de los sevillanos ha sido impresionante: colegios, guarderías, comedores sociales, viviendas. Todo el mundo, sobre todo los más pobres no se olvidan del padre Pepe y en su tumba todos los días hay flores frescas. El Padre Vicente Hondarza fue asesinado en el año 1983 en Chancay un pueblo de la costa pero que en su tiempo formaban parte de la parroquia varios pueblos de la sierra cercana. Su vida estuvo entregada a los campesinos defendiendo sus derechos, sus tierras que habían conseguido después de la única reforma agraria que se hizo en Perú en los años 70. La clase dominante, las cuatro familias que poseen la mayoría de la riqueza del país no aceptaban que los campesinos indígenas tuvieran tierras y buscaban todos los medios posibles para quitarle las tierras: amenazas,  violencia, destrucciones de cosechas, bajada de los precios de sus productos para que se endeudaran y vendieran sus tierras y siguieran como siempre siendo mano de obra barata en las grandes haciendas de los terratenientes. Muchos abandonaron pero otros resistieron formando cooperativas apoyados por el padre Vicente. Una noche mientras dormía en una cabaña que le habían dejado en un pueblo, ya que no tenía casa parroquial en ningún pueblo, lo sacaron de la cabaña, lo sometieron a torturas y a golpes y lo abandonaron en un barranco. Cuando lo encontraron todavía vivía pero murió enseguida. Nunca se esclareció quienes fueron los que cometieron el crimen ya que estaba implicada la policía, el ejército y el poder económico y político que le molestaba el apoyo del padre Vicente a los campesinos. En su tumba de Chancay tampoco faltan las flores frescas todos los días desde hace 28 años. La sangre de los mártires es semilla de justicia y de cristianos. La parroquia de Chancay y las parroquias que en la sierra se desmembraron de ella son modelo en la diócesis por la cantidad de cristianos comprometidos en la iglesia en la sociedad fruto del testimonio del padre Vicente.  Bueno os dejo ya por hoy, que me he alargado mucho. Hasta otro día a todos los que me leéis mis crónicas de, El Cubo, Madrid, Jerez, Puerto Serrano y otros lugares que lo leéis a través de la pagina web de La parroquia santa María Magdalena de Puerto Serrano o de San  Rafael de Jerez que tienen entradas de diversas partes de España y del mundo.  José Luis

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